25/11/11

Interior


A veces busco palabras para describir lo que siento
en el hueco profundo y quedo de mi alma,
pero el silencio es la única respuesta que obtengo
y ni siquiera eso me proporciona calma.

La soledad se ha transformado en mi sombra,
un escudero obstinado en días tristes y vacíos.
No hay noche que la oculte, no hay lluvia que la esconda,
una banda sonora que me envuelve en silencio.

Mudos son mis ojos, escaparates del universo infinito,
perdidos en la inmensa llanura solitaria que es la nada,
heridas son mis lágrimas, lento y ardiente testimonio,
recursos fáciles en medio de la tormenta que estalla.

Cada paso representa por sí mismo una historia,
narrada con voces en do menor solemne y taciturno.
Como la melodía de un arpa sin cuerdas ni memoria,
que envuelve con sus ramas un tronco ancho y robusto.

Éste el cuento del interior.
Tantas veces dibujado.
Frecuentemente recorrido.
Nunca antes descrito.

Palabras deshilachadas, cosidas con agua y carne.
Un boceto extraño, seductor y firme que cautiva,
a todo aquel que no escapa de su atracción insaciable.

31/7/11

Invisible

Te miro a los ojos y me pierdo en ellos. 

Veo tu angustia. Mi angustia. Tu dolor. Mi dolor. Nuestra vida.

Apenas reconozco la imagen que veo reflejada, desfigurada por la curvatura de tu alma.

Me quisiste. Te quise. Nos quisimos.

Sin embargo nunca pude atravesar el cristal que nos separaba.

No recuerdo cuándo apareció. Sólo recuerdo el día que quise cogerte de la mano y no pude.

No podía, o quizá no quería verlo, pero ahí estaba entre nosotros; separando nuestros mundos.

Fué la despedida más triste de mi vida. Me sentí como Dante bajando a los infiernos por voluntad propia. En un laberinto sin minotauro que yo mismo había construído y que durante mucho tiempo se había encargado de mantenerme insensible a lo que en verdad estaba ocurriendo.

Nada podía prepararme para aquella experiencia. No había consuelo posible.

Mi mente entendía perfectamente la razón que me empujó a hacerlo. El cristal ya no era invisible, y hacía evidente lo que hasta este momento no había sido más que un leve susurro.

Mi corazón no comprendía nada. Lo cortó en dos la implacable precisión quirúrjica de mi mente, y de repente, ese otro corazón con el que tantas cosas había compartido ya no estaba.

Lo empujé lejos de mi vida.

Era la crónica de una muerte anunciada. Un triste soneto para una aventura con moraleja pero sin final feliz.

Ahora ya no hay cristal. No hay nada. Sólo quedamos mi mente, mi corazón y yo.

Sólo el profundo sentimiento y la convicción de haber hecho lo correcto, me sirven como apoyo. Y espero que como lección: una que espero no volver a repetir.

16/12/10

Relato de un absurdo

Buenos días, tardes o noches.

Sí, te saludo a ti, lector casual de esta sucesión de palabras.

No, no voy a dictar un auto acerca de la razón que te ha llevado hasta aquí; eso es algo que sólo tú conoces, y por el momento no es necesario que lo compartas con nadie.

Tal vez, ni tú mismo estés seguro de ello. En ése caso, quizá deberías retroceder algunas páginas en tu libro para encontrar la cadena de acontecimientos que han guiado tus pasos hasta esta trampa tejida de talco y carbón.

¿Qué pasaría si ahora mismo fuera yo el que te estuviera leyendo a ti? 

Desde el otro lado del espejo, en el cómodo sofá tapizado azul oscuro de mi salón, en este instante estoy leyendo algunos capítulos al azar del libro de tu vida. Es justo reconocer que seguramente es uno de los volúmenes más grandes que han pasado por mis manos, aunque una parte considerable del mismo está en blanco; todavía falta mucho por escribir.

Pese a ello, eres sin duda la mejor historia que he tenido la oportunidad de seguir.

Algunos capítulos me han conmovido profundamente. Atravesaste etapas que fueron dignas de ser escritas, por la carga emocional que las acompañaba y la trascendencia que tuvieron en tu evolución. Fueron lecciones duras, no me queda la menor duda, y las escribiste lo mejor que pudiste en cada momento; ya no es tiempo de reescribirlas, sólo de releerlas y aprender de ellas. Estoy seguro que sabes perfectamente de qué te hablo.

Otros evocan lejanos recuerdos que bien podrían ser los míos propios. Cuentan historias en blanco y negro, unas más importantes, otras intrascendentes. Todas aparente fruto del árbol de la casualidad adornadas por estar en el lugar concreto en el momento concreto. Representan la mayoría de capítulos del libro, y conforman el hilo conductor de la historia. Quizá algunos puedan parecer insignificantes, otros puede que te cueste recordarlos, pero todos están ahí, y todos forman parte de ti como tú de ellos.

Hay sin embargo, unos pocos capítulos que son realmente especiales. Están guardados en lo más profundo de tu corazón y son tu pertenencia más preciada. Huelen a felicidad, tienen el sabor de la alegría en sus páginas, marcados por los colores de tu infancia, adolescencia y/o madurez. Cada vez que los recuerdo no puedo evitar sonreir; seguramente tú tampoco puedes evitarlo. Son estos pocos capítulos los que dan fuerza, los que contienen la esencia propia del libro, los que le dan sentido.

Todos y cada uno de los capítulos son imprescindibles. Sin todos ellos no podría entenderse el libro del mismo modo. Si alguno fuera distinto, quién sabe cómo hubiera evolucionado la historia. Y es la suma de todos estos capítulos la que consigue que en éste momento de tu vida, tú estés a un lado del espejo y yo al otro. Leyéndonos, observándonos, conociéndonos.
 
Por todas estas razones, estoy ansioso por seguir leyendo. Hay tantas cosas que desearía saber cómo terminan.

Uy, pero a todo esto... ¿estoy hablando de tu libro o del mío? ¿O es que todo el tiempo hablaba de la misma historia?

Realmente no importa... a fin de cuentas, hay ocasiones en las que los razonamientos más absurdos despejan las incógnitas más lógicas... Quizá sea ahora un buen momento para dejarnos llevar por la locura.

Y si el capítulo que estamos leyendo no es de tu agrado... siempre puedes terminarlo y comenzar el siguiente

4/6/10

Los ecos del silencio

Un soplo de aire fresco lo despertó súbitamente, devolviéndole la conciencia.

Durante breves instantes creyó despertar entre mullidos almohadones de plumas y delicadas sábanas bordadas que envolvían por completo su cuerpo. El olor a pan recién hecho se colaba por la ventana mientras los primeros rayos de sol dibujaban formas caprichosas en la pequeña habitación.

Alargó la mano en un vano intento por alcanzar la jarra de agua fresca que descansaba junto a la cama, pero entre sus dedos sólo se escurrió arena.

La guerra estalló de improviso, atrapándolo entre sus crueles garras como a uno de tantos otros. Era un chico despierto, de mirada curiosa y siempre alegre cuando el mundo que le rodeaba se derrumbó como un castillo de naipes, mostrándole una realidad del ser humano y de la propia vida que jamás hubiera podido imaginar. Apenas habían transcurrido unas semanas desde el comienzo de los combates y el brillo de sus ojos se había apagado por completo. Toda la bondad y la alegría que formaban parte de él hasta hace poco dieron paso a resentimiento, intenso odio y profunda tristeza.

Todo comenzó una tranquila mañana de septiembre. El chico jugaba con su perro junto al viejo palmeral que descansaba en la carretera a escasos kilómetros del pueblo. Era un muchacho bastante alto para su edad, de intensos ojos marrones y complexión fuerte. Todavía era joven, pero se adivinaban en él atractivos rasgos que ya lo hacían un apuesto pretendiente para muchas mujeres. Los mechones le caían sobre la frente formando rizos caprichosos, y su perfecta dentadura lo hacía más propio de un anuncio que de un pequeño pueblo perdido en un oasis.

Con frecuencia, le decían que había heredado lo mejor de cada miembro de la familia. El físico de su padre, la inteligencia de su abuelo materno, la habilidad con las manos de su abuela paterna y la dulzura de su madre. Había completado sus estudios elementales con excelentes calificaciones, y ahora anhelaba ir a la universidad de la gran ciudad a estudiar ciencias, para entender los fenómenos del mundo y del universo. Por fin se haría realidad su sueño y el de su padre, que después de toda una vida trabajando como alfarero estaba convencido que el futuro de la familia dependía del camino que siguiera su prometedor primerizo.

Su hermana admiraba profundamente a su hermano mayor, y lo quería con locura. Era una chica risueña, un año menor que él y de rasgos muy bellos. Un espíritu libre que, desde bien pequeña, se negó a someterse a tradiciones que consideraba degradantes. Sus ojos increíblemente negros y profundos como la noche eran la perdición de los hombres que se atrevían a navegar en ellos. Su largo cabello, combinado con sus delicados brazos y sus vigorosas curvas la transformaban pese a su edad, en toda una mujer; sueño de muchos, fantasía de unos pocos, propiedad de ninguno. Algunos la llamaban zulaikhah, que significa "mujer tan linda que maravilla a todos" en árabe, aunque su verdadero nombre era Khadiha, en honor a la primera esposa del Profeta Maomé.

El calor había otorgado una aparente tregua a los habitantes del pueblo en forma de unas pocas nubes distribuidas al azar bajo el sol abrasador; no obstante, proporcionaban una sombra que no merecía ser despreciada. Fue la excusa perfecta para escapar de las obligaciones cotidianas y dar un paseo con su perro; con algo de suerte, podría cazar algo en el palmeral que se escondía entre las inertes paredes del desierto.

Se dirigió con paso firme hasta el final de la plaza que constituía la entrada del pueblo. Escondido en un pequeño valle, conformaba un diminuto paraíso en aquella inhóspita tierra desde tiempos inmemoriales, cuando las caravanas que cruzaban el desierto paraban en el oasis para resguardarse y conseguir el bien más preciado: agua. Se encaramó sobre una de las paredes y contempló la extraña combinación de colores que se extendía ante su mirada; el azul intenso del cielo contrastaba con el dorado de las dunas y el color rojizo de las islas de piedra en el inmenso mar de arena. En medio del infinito se alzaba una gota pintada de verde y azul profundo como por arte de magia, consecuencia del deseo concedido por algún genio hace ya mucho tiempo.

Se encontraba sumido en sus pensamientos mientras jugaba con el perro, tirándole un pedazo de palmera que el animal iba raudo a buscar para luego devolvérselo a su dueño. De repente, un ruido ensordecedor creció en el horizonte. En pocos minutos, una especie de silbidos recorrieron el cielo seguidos de una serie de intensas explosiones que lo empujaron como una hoja de papel contra el suelo, dejándolo inconsciente.

Cuando despertó, apenas pudo incorporarse para contemplar el nefasto espectáculo en el que se había convertido el otrora incomparable oasis. El cielo, ennegrecido por el humo, era un espectador impasible de la horrible imagen que se dibujaba ante él: el pueblo (o más bien lo que quedaba de él), estaba envuelto en inmensas llamas que consumían lo poco que quedaba en pie. Con lágrimas en sus ojos pero sin fuerzas, el muchacho perdió el conocimiento otra vez.

En lo que pareció una eternidad, recobró la conciencia nuevamente. Asustado, dirigió sus pasos hacia su casa con la esperanza de encontrar a sus padres o su hermana. El espectáculo era dantesco, y a medida que avanzaba tuvo que detenerse en varias ocasiones para vomitar debido al olor nauseabundo y a los fragmentos de cuerpos que encontró en el camino. Sentía un pánico terrible que le empujaba a huir de allí para esconderse en cualquier lugar recóndito, pero la necesidad de encontrar a su familia era más fuerte.

Cuando llegó a los restos de su casa, descubrió que había desaparecido por completo. Toda su familia, su vida, se había esfumado en cuestión de minutos, y ahora se sentía un naufrago en medio del desierto sin saber qué hacer ni donde ir. La desesperación se apoderó de él, cayó al suelo y lloró amargamente durante largo rato.

Tiempo después, se apoyó sobre el tronco de lo que había sido una frondosa palmera. Transcurrió mucho tiempo así, en silencio, contemplando lo que hasta unas horas antes había sido su casa. Deseaba con todas sus fuerzas que sus padres hubieran ido de compras al gran mercado de la ciudad, o que decidieran visitar a los exóticos comerciantes que acampaban a escasos kilómetros de la costa, pero apenas albergaba esperanza alguna. Desde que volvió al pueblo no encontró a nadie con vida, y su único compañero había sido un macabro e inquietante silencio.

Entonces pudo verla bajo los fragmentos de una pared. Vio el grácil brazo de su hermana asomar bajo los escombros, adornado aún por el precioso brazalete dorado que un día perteneció a su abuela. Corrió hasta ella, y con todas sus fuerzas apartó todo lo que aprisionaba su frágil cuerpo mientras gritaba su nombre, intentando traerla de vuelta a cualquier precio. Tenía la piel desgarrada y sangraba abundantemente. Sus piernas estaban atrapadas bajo un gran bloque de piedra, y su hasta hace pocas horas bello rostro estaba ahora deformado por golpes y fracturas.

La abrazó con todas sus fuerzas y lloró desconsoladamente. Estaba tan desesperado que no advirtió que el cuerpo que sostenía en brazos aún albergaba algo de vida en su interior. Cuando ella, susurró dulcemente su nombre en voz baja el corazón le dio un vuelco. Pudo contemplar los ojos de su querida hermana abiertos, negros, profundos… Extendió su delicado brazo y acarició el rostro de su hermano mientras una sonrisa envolvía su golpeado rostro como una cálida manta.

- Te quiero…

Su último aliento abandonó el cuerpo en aquel momento, y el brazo cayó inerte al suelo. Las lágrimas volvieron a poblar sus ojos mientras sostenía el cuerpo de su hermana muerta en sus brazos, y un grito proveniente de lo más profundo de su alma ahogó su garganta.

Durante días vagó como un espectro por el desolado poblado. Apenas podía conciliar el sueño, y la escasez de agua y comida comenzaron a trastornarlo poco a poco. Pasó horas en silencio ante la pobre tumba que construyó con sus manos para su hermana, hasta que un día aparecieron unos extraños vehículos con personajes que parecían salidos de alguna leyenda de los habitantes del desierto. No supo que no eran otras de las muchas alucinaciones que jugaban con su mente hasta que uno que hablaba su idioma se acercó a él al percatarse que el chico estaba aún con vida.

Entre varios, le dieron comida y agua, y poco a poco fue restableciéndose lo suficiente para pedirle que les acompañara. Aunque él se negaba a abandonar su pueblo y los cuerpos de sus padres y su
hermana, le hicieron entender que si no aceptaba ir con ellos de buen grado les acompañaría por la fuerza. Antes de verse obligado a abandonar para siempre su casa, se acercó por última vez a la sepultura de su hermana y depositó entre lágrimas una flor del desierto que ella le había regalado por su cumpleaños.

No fue hasta tiempo después, en un hospital de la ciudad, donde le explicaron que los mismos que lo habían "rescatado" eran los mismos que habían matado a su familia y transformado su pueblo en ruinas. La mayoría de medios de comunicación occidentales apenas se hicieron eco del suceso, y sólo unos pocos rezaban en sus titulares el "lamentable error" de las fotografías aéreas y los datos de los servicios de información, que les hicieron creer que los graneros del pueblo se trataban en realidad de laboratorios clandestinos de armamento. Nuevas e inocentes víctimas que se añadían a la interminable lista de daños colaterales de una guerra que se jactaba de ser una de las menos sangrientas de la historia. Con suerte, quizá al finalizar el conflicto algún monumento se levantaría como un testigo mudo de aquellas personas, ecos del silencio de una guerra que nunca tiene vencedores, sólo vencidos.

Y así fue como aquel chico humilde, inteligente, de mirada triste y corazón roto en mil pedazos comenzó a despreciar la vida humana. Sus días antaño azules y vivos se tornaron grises y apagados, en un latir que poco a poco se desvanecía con el transcurrir de los días. Perdió toda esperanza en sí mismo, y se refugió al amparo de otros que rápidamente supieron manipularlo y aprovecharse de su terrible sufrimiento.

Transformaron su tristeza en ira, su dolor en fe inquebrantable e incrementaron su desprecio contra los asesinos de su familia. Le enseñaron que su deber era luchar, y su destino la venganza para alcanzar la gloria. Se volvió huraño, intolerante y agresivo. Enfocó toda su habilidad e inteligencia en la organización y preparación de próximos atentados, pero por las noches dormía atormentado por los ojos de su hermana, que una y otra vez lo miraban intentando decirle algo…

Tras semanas de adiestramiento, terminó envuelto de explosivos y abandonado en un centro comercial, convencido que ésa era la única manera de vengar la muerte de su familia y ser digno a ojos de Dios convirtiéndose en un mártir. Los últimos segundos transcurrieron muy lentamente, y el tiempo pareció detenerse por completo. Examinó los ojos de las personas que paseaban a su alrededor ajenas al fatídico momento buscando cualquier excusa que justificara aquella matanza…
pero no encontró nada. Los niños gritaban y corrían de aquí para allá, las parejas se besaban y se dedicaban románticas miradas, y las familias paseaban por el centro comercial disfrutando de aquel
precioso domingo.

Fue como despertar de un sueño, pero ya era demasiado tarde… Sólo tuvo tiempo de cerrar los ojos y suplicarle perdón a Dios antes de que la bomba detonase. Una última lágrima resbaló por su mejilla mientras volvía a ver los profundos ojos de su hermana observándole con tristeza. Los explosivos rasgaron de forma violenta las vidas de todos aquellos inocentes que paseaban por el centro comercial ése día.

Los ladridos de Toby lo despertaron de repente… Por un momento se sintió desconcertado, pero cuando contempló a través de la ventana de su despacho al chico despierto y de mirada curiosa jugando alegremente con el perro experimentó un gran alivio. Advirtió que todavía sostenía el periódico en la mano izquierda, y no pudo evitar fijar su atención en una de tantas historias anónimas que pasan normalmente desapercibida.

Un escalofrío recorrió todo su cuerpo al contemplar la foto que enmarcaba aquel artículo; los ojos del chico desconocido que protagonizaba la imagen relataban una historia que bien podía ser muy similar a la que él apenas hacía unos minutos acababa de vivir en su agitado sueño.

En ese momento fue más consciente si cabe de cuanto le rodeaba; el viento que jugaba perezoso con las ramas de los árboles, las risas del personal de servicio que conversaban de forma distendida, el suave aroma del jazmín en la escalinata del patio sur y la cálida temperatura que acompañaba aquellos últimos días de primavera, previos a la entrada del verano.

Conmocionado aún por el reciente sueño, no pudo reprimir las lágrimas que comenzaron a resbalar poco a poco por sus mejillas. Las imágenes, todavía recientes, se le agolpaban en la mente mientras podía sentir la arena caliente escurriéndose entre sus dedos.

Se encontraba sumido en sus pensamientos cuando una voz lo trajo de vuelta a la realidad.

- Señor Presidente, todo está listo para la reunión del Consejo de Seguridad Nacional. El Vicepresidente, el Secretario de Estado así como los generales de los diferentes cuerpos de seguridad de la nación han llegado con sus respectivos equipos.

Joseph, su asesor y hombre de confianza parecía agitado. Vestido con un impecable traje azul oscuro, aspiró profundamente un cigarrillo medio apagado mientras sostenía una serie de carpetas con documentación clasificada.

- Estupendo Joseph. Dame un minuto para que ordene mis pensamientos y vamos para allá.

- ¿Thomas, te encuentras bien? Te noto un poco extraño.

- Sí, por supuesto. No te preocupes. Necesito sólo un momento.

Cuando Joseph cerró la puerta, contempló unos instantes los papeles que tenía desordenados sobre el escritorio. De él dependía la difícil decisión de iniciar la guerra con un país hostil que había renunciado a detener y a someter a inspección internacional su programa de investigación nuclear.

No era una decisión fácil, y lo sabía. Era inevitable que miles de personas fallecieran directa e indirectamente a consecuencia del conflicto. Algunas tenían responsabilidades directas sobre las decisiones que habían empujado a tomar este camino, la mayoría eran inocentes de todo lo anterior, pero ninguna merecía la muerte; ¿quién era él para decidir sobre la vida o la muerte de la gente?

No tenía elección. Era únicamente la cara pública de una maquinaria económica invisible al resto del mundo, que se nutría de los conflictos armados para generar inmensas cantidades de dinero. Esta maquinaria había financiado sus campañas y lo había empujado hasta la presidencia del país. Gracias a ellos había alcanzado la cúspide de su carrera, y estaba obligado a seguir las "recomendaciones" que le hacían llegar a través de alguno de sus discretos canales de comunicación.

Ellos eran sus verdaderos jefes, y no los millones de electores que lo habían elegido en las urnas democráticamente.

Exhaló lentamente, deseando encontrarse en cualquier otro lugar del mundo mientras secaba con su pañuelo una lágrima que había quedado rezagada. La suerte estaba echada, y él siempre apostaba al caballo ganador. No dejaría que un estúpido sueño lo alejara de una carrera forjada durante toda una vida.

Abandonó el despacho presidencial junto a Joseph, un día más, rumbo a una reunión más.

El despacho quedó vacío, ajeno a las pisadas que se alejaban por el pasillo y al estrés cotidiano que envolvía la vida en la sede presidencial. Ahora sólo lo habitaban los ecos del silencio que cada día le recordarían las vidas que él enmudeció con sus decisiones...

19/1/09

En un par de latidos...

¿Por qué odias, corazón?

Eres como la Espada de Damocles, que rasga invisible y certera hasta la última razón.

¿Por qué lloras, corazón?

Cantas y recitas todas las estrofas que componen la triste sinfonía de tu última canción.

¿Por qué dudas, corazón?

Eres como el viento, que entra, sale, sube y baja desde inicios de verano hasta la última estación.

¿Por qué sientes, corazón?

Sonríes y llenas infinitas páginas de historias con palabras de auténtica devoción.

¿Por qué amas, corazón?

Eres como el tiempo, eterno guía y compañero de viaje hasta la última respiración.

No tengo fe, pero soy creyente.

Apuesto, pero no soy jugador.

No veo, pero soy vidente.

Tengo miedo, pero vivo sin temor.

7/10/08

Pelotas, arena y café

Un profesor, delante de sus alumnos de la clase de filosofía, sin decir ni una palabra, cogió un bote grande de vidrio y procedió a llenarlo con pelotas de golf. 


Después, preguntó a los estudiantes si el bote estaba lleno. Los estudiantes estuvieron de acuerdo en decir que sí. El profesor cogió una caja llena de perdigones y los vacío dentro del bote. Estos llenaron los espacios vacíos que quedaban entre las pelotas de golf. El profesor volvió a preguntar de nuevo a los estudiantes si el bote estaba lleno, y ellos volvieron a contestar que sí.

Después, el profesor cogió una caja con arena y la vacío dentro del bote. Por supuesto que la arena llenó todos los espacios vacíos. El profesor volvió a preguntar de nuevo si el bote estaba lleno. En esta ocasión los estudiantes le respondieron con un sí unánime. El profesor, rápidamente añadió dos tazas de café al contenido del bote y, efectivamente, llenó todos los espacios vacíos entre la arena. 

Los estudiantes reían.
 
Cuando la risa se fue apagando, el profesor les dijo: "Quiero que os fijéis que este bote representa la vida. Las pelotas de golf son las cosas importantes como la familia, los hijos, la salud, los amigos, el amor, cosas que te apasionan. Son cosas que, aunque perdiéramos el resto y nada más nos quedasen estas, vuestras vidas aún estarían llenas. Los perdigones son las otras cosas que nos importan, como el trabajo, la casa, el coche… La arena es el resto de las pequeñas cosas".

Continuó diciendo:

"Si primero pusiéramos la arena en el bote, no habría espacio para los perdigones, ni para las pelotas de golf. Lo mismo sucede con la vida. Si utilizáramos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, no tendríamos nunca lugar para las cosas realmente importantes. Presta atención a las cosas que son cruciales para tu felicidad. Ve con tu pareja a cenar, juega con tus hijos, concédete tiempo para ir al médico, practica deporte, disfruta con tu afición favorita…".

.. y terminó con:

"Siempre habrá tiempo para limpiar la casa, para reparar la llave del agua. Ocúpate primero de las pelotas de golf, de las cosas que realmente te importan. Establece tus prioridades, el resto solo es arena".

Uno de los estudiantes levantó la mano y le preguntó qué representaba el café. El profesor sonrío y le dijo:

"¡Me encanta que me hagas esta pregunta!. El café es para demostrar que aunque tu vida te parezca llena, siempre hay un lugar para dos tazas de café con un amigo."

- Anónimo

16/5/08

As de diamantes

Llueve. El cielo está cubierto por un denso e impenetrable manto de nubes, creando una atmósfera más propia de una película de terror que de una mañana de primavera.

La lluvia desdibuja por completo el paisaje cotidiano de la ciudad, creando caprichosos espejos sobre el anodino asfalto y aliviando a la escasa naturaleza presente en la ciudad del humo y la contaminación durante unos breves minutos. La gente huye en busca de un lugar donde cobijarse, dejando la inmensa avenida sumida en una aparente calma, a la espera de que el tiempo otorgue una tregua. Sólo una persona parece ajena al estrés provocado por las gotas de agua golpeando contra el suelo.

Con un cigarrillo medio apagado aún en los labios, esboza una disimulada sonrisa cuando contempla a los esclavos del tiempo en su lucha diaria contra el reloj; por suerte él ya no forma parte de ése selecto club…

A sus sesenta años ha visto nacer y morir muchas estaciones. Su antaño tez blanca se ha transformado en una alfombra tostada por el sol; las inclemencias de la vida en la calle han acentuado sus arrugas, que ahora son mucho más numerosas de lo que se podría esperar a su edad, dándole un aspecto más viejo y cansado. Sus manos se asemejan a mapas medievales, marcados por multitud de cicatrices e historias, pero que aún mantienen la agilidad y el vigor de un mago. Los diminutos pero profundos ojos azules, inquietos, fríos como témpanos de hielo atraen la atención de todo paseante que se tropieza con ellos.

Años atrás, era un joven apuesto y adinerado cuyo único afán era acumular la mayor fortuna, conquistar las mujeres más exuberantes y pagar los caprichos más selectos. Era, como casi todos los rostros que observaba cada día en la calle, una persona obsesionada por el tiempo y por el dinero, que pensaba que la felicidad sólo se encontraba asociada a los bienes materiales.

Lo apodaron el “As de Diamantes”, debido a que sus inversiones siempre reportaban enormes beneficios y a su gran afición al póquer. Apostó, ganó y perdió fortunas que asustarían a la mayoría, pero él no le temía a nada. Su arrogancia llegó a tal punto hizo forjar una delicada lámina de plata con un as de diamantes, que se convirtió en su amuleto y símbolo de prestigio.

Pero un día, la suerte se volvió en su contra. Una arriesgada maniobra económica llevó a la quiebra a sus mayores empresas, y le obligó a vender sus lujosas propiedades para saldar deudas. Sus amigos lo abandonaron, así como las mujeres que le juraban amor eterno, quedándose completamente solo. A los pocos meses, terminó viviendo en la calle porque no le quedaba ni un centavo y no podía ni siquiera pagar el peor alojamiento de la ciudad.

Sin embargo, ahora se siente más vivo que nunca. Lo ha perdido todo, pero no le falta nada. Juega con algunos amigos al ajedrez, da de comer a los pájaros todos los días, y contempla cada mañana amanecer desde el pantalán del puerto. La gente del barrio le da comida cada día, y nunca le falta un lugar donde pasar la noche o guarecerse del tiempo. Incluso ha adoptado un perrillo abandonado que salvó de morir ahogado, el cual se ha convertido en su inseparable compañero siguiéndolo a todas partes.

Disfruta la felicidad y tranquilidad que le aportan esas pequeñas cosas, y es más consciente de todo cuanto le rodea. Así, tras sus ojos fríos como témpanos de hielo ahora hay siempre una cálida sonrisa dispuesta a regalar algún cuento a los niños que se acercan a escucharlo en la plaza.

Un día, mientras contempla el reflejo de los decadentes e iluminados edificios sobre las tranquilas aguas del puerto sus dedos acarician algo entre sus escasas pertenencias que le evoca recuerdos de una vida triste y vacía. Esboza una ligera sonrisa, inspira profundamente, cierra los ojos y tira la lámina de plata con el as de diamantes al mar; ya no le hace falta.

Es más feliz sin nada más que aire en los bolsillos.

27/3/08

Secretos

Abrí sus ojos de par en par para contemplar su alma a la luz de la Luna. Navegué a través de sus labios hasta su corazón, y allí decidí echar raíces para que su luz y su amor regaran la planta que comenzaba a crecer temerosa, poco a poco, abriéndose paso en éste mundo anodino y cruel.

Bajo el inmenso mar de sus penas exploré hasta los más recónditos paisajes, sanando las heridas y calmando las embravecidas corrientes que arrastraban recuerdos, pasiones y agonías. Numerosos personajes se daban cita en miles de islas desiertas, a modo de espejo de un pasado que se resistía a dejarla marchar.

Una susurro casi imperceptible podía oírse meciendo las hojas de los árboles; eran las voces del pasado, que como invisibles cuerdas amarraban su espíritu para que no pudiera volar libre. Se comportaban como un juez implacable que conocía sus puntos flacos y que gota a gota minaba su moral hasta manipularla a su antojo.

Parecía curioso, casi irreal, que su presente estuviera gobernado por su pasado. Lejos de constituir una mera referencia y una base de datos de experiencias, era toda una central de mando que en determinados momentos dictaminaba lo que se debía hacer, convirtiéndola en una esclava de sus miedos.

Como no podía gobernar el barco de su presente, intentaba volcarse en sus proyectos futuros. Condicionaba sus deseos, esperanzas e ilusiones a un futuro que nunca llegaba, y se consumía poco a poco como las últimas ascuas de un fuego antaño ardiente. Se olvidó de vivir el presente, y su día a día se mudó al gris, engalanado con cuadros vacíos y películas en blanco y negro.

...

Hace falta mucho valor, mucha fuerza y mucho amor para dejar de escuchar esas voces y vivir el presente con la intensidad que se merece: es un momento irrepetible. No debemos aferrarnos a nuestros miedos, ni al pasado, ni al futuro, ya que lo único que existe es el presente y es nuestra única oportunidad de sentirnos vivos.

10/3/08

Fondos de escritorio del Hubble

El fantástico telescopio espacial Hubble dejará de realizar su labor dentro de un tiempo. Después de años ofreciendo espectaculares imágenes del universo y de permitir explorar los secretos del cosmos, será sustituido por el telescopio espacial James Webb en el 2013.

Aquí dejo un enlace con algunas de las mejores imágenes tomadas por el Hubble, preparadas para ser utilizadas como fondo de escritorio; merece la pena perder unos minutos en contemplarlas.

Fondos de escritorio del Hubble

El ser humano intenta buscar explicaciones para entender el universo desde nuestro punto de vista. Quizá el verdadero hecho de tomar conciencia que somos una minúscula mota de polvo perdida en el infinito, y que todos vamos en el mismo barco, podría hacer cambiar un poco las cosas y aparcar el egoísmo absurdo que nos rodea...

A continuación aparece una imagen de la Nebulosa de Orion, un fragmento de mi constelación preferida.

8/3/08

Lágrimas de una estrella

El cielo despertó perezoso, rasgado por las primeras luces del alba. El silencio, roto sólo por el trinar de los pájaros, cubría como un manto casi imperceptible el rocío que se acumulaba sobre el pasto.

Una figura se recortaba en el horizonte. La brisa acariciaba su rostro, y el frío del amanecer la envolvía mientras en sus ojos se reflejaba el paisaje de la meseta. Una alfombra verde se dibujaba hasta el horizonte, salpicada por pequeños grupos de árboles y algunas piedras de granito que, como mudas espectadoras daban fe de la compleja historia del ser humano.

Era una persona fuerte, de corazón honesto y que procuraba vivir sin dañar a los demás. La vida le había enseñado muchas cosas; siempre había intentado aprender de ella, asumiendo que lo bueno y lo malo forman parte de la misma. Multitud de experiencias habían forjado su espíritu, y durante muchos años se dedicó a vivir persiguiendo su propio camino. Creía fírmemente en la bondad del ser humano, y estaba convencida que pese a todas las desgracias que asolaban el mundo, el buen corazón de las personas siempre se abría camino.

Pero ese día se sentía una persona distinta... Su mirada se posó sobre los titulares de un periódico antiguo que descansaba sobre la escalinata. La desilusión y la tristeza bañaron sus ojos en lágrimas, y no pudo reprimir un desconsolado llanto. Se sentía una extraña en un lugar desconocido; no comprendía las razones que podían empujar a un ser humano a cometer actos tan crueles y despiadados.

"El ser humano nunca ha tenido peor enemigo q sí mismo", murmuró en voz baja.

No era ninguna sorpresa... Desde los albores de los tiempos, la humanidad había librado guerras y barbaries; prácticamente ninguna nación se libraba de tal definición. Parecían cuentos de una anciana, pero casi todas las naciones habían sido perseguidoras y perseguidas. Se cumplía a la perfección la frase de "Aquellos que no aprenden de la historia, están condenados a repetirla".

Las lágrimas resbalaban poco a poco por sus mejillas mientras en su mente se agolpaban imágenes vistas multitud de veces en los medios informativos; las personas eran capaces de los actos más heoricos o los más viles imaginables. La sociedad actuaba movida por el egoísmo, el consumismo y el materialismo, dejando de lado todo aquello que era realmente importante.

La libertad era cuestionada en innumerables ocasiones, unas mediante la violencia y otras mediante el abuso. ¿Acaso era ésta la culminación de la evolución humana? ¿Merecía la pena acaso todo el camino recorrido hasta aquí? Desde luego, eran preguntas de difícil respuesta... pero su corazón le gritaba que no cediera a las dificultades, que se negara a ser partícipe de esa triste obra de teatro y que luchara; una sonrisa, un gesto o una mirada de agradecimiento bien valían todo aquello.

Aunque ella sólo representaba un minúsculo grano de arena en un interminable desierto, estaba convencida que ninguno de sus esfuerzos sería en vano. No dejaría de luchar, y de intentar hacer del mundo un lugar mejor. Una gota de agua quizá podría parecer insuficiente, pero miles de gotas de agua podían crear un torrente capaz de quebrar montañas o sumergir países enteros.

Levantó su mirada hacia el cielo y vio la última estrella llorando en el horizonte... Pero no eran lágrimas de tristeza, sino de esperanza; aún en las más oscuras tinieblas, siempre hay una llama que nunca se apaga...