16/12/10

Relato de un absurdo

Buenos días, tardes o noches.

Sí, te saludo a ti, lector casual de esta sucesión de palabras.

No, no voy a dictar un auto acerca de la razón que te ha llevado hasta aquí; eso es algo que sólo tú conoces, y por el momento no es necesario que lo compartas con nadie.

Tal vez, ni tú mismo estés seguro de ello. En ése caso, quizá deberías retroceder algunas páginas en tu libro para encontrar la cadena de acontecimientos que han guiado tus pasos hasta esta trampa tejida de talco y carbón.

¿Qué pasaría si ahora mismo fuera yo el que te estuviera leyendo a ti? 

Desde el otro lado del espejo, en el cómodo sofá tapizado azul oscuro de mi salón, en este instante estoy leyendo algunos capítulos al azar del libro de tu vida. Es justo reconocer que seguramente es uno de los volúmenes más grandes que han pasado por mis manos, aunque una parte considerable del mismo está en blanco; todavía falta mucho por escribir.

Pese a ello, eres sin duda la mejor historia que he tenido la oportunidad de seguir.

Algunos capítulos me han conmovido profundamente. Atravesaste etapas que fueron dignas de ser escritas, por la carga emocional que las acompañaba y la trascendencia que tuvieron en tu evolución. Fueron lecciones duras, no me queda la menor duda, y las escribiste lo mejor que pudiste en cada momento; ya no es tiempo de reescribirlas, sólo de releerlas y aprender de ellas. Estoy seguro que sabes perfectamente de qué te hablo.

Otros evocan lejanos recuerdos que bien podrían ser los míos propios. Cuentan historias en blanco y negro, unas más importantes, otras intrascendentes. Todas aparente fruto del árbol de la casualidad adornadas por estar en el lugar concreto en el momento concreto. Representan la mayoría de capítulos del libro, y conforman el hilo conductor de la historia. Quizá algunos puedan parecer insignificantes, otros puede que te cueste recordarlos, pero todos están ahí, y todos forman parte de ti como tú de ellos.

Hay sin embargo, unos pocos capítulos que son realmente especiales. Están guardados en lo más profundo de tu corazón y son tu pertenencia más preciada. Huelen a felicidad, tienen el sabor de la alegría en sus páginas, marcados por los colores de tu infancia, adolescencia y/o madurez. Cada vez que los recuerdo no puedo evitar sonreir; seguramente tú tampoco puedes evitarlo. Son estos pocos capítulos los que dan fuerza, los que contienen la esencia propia del libro, los que le dan sentido.

Todos y cada uno de los capítulos son imprescindibles. Sin todos ellos no podría entenderse el libro del mismo modo. Si alguno fuera distinto, quién sabe cómo hubiera evolucionado la historia. Y es la suma de todos estos capítulos la que consigue que en éste momento de tu vida, tú estés a un lado del espejo y yo al otro. Leyéndonos, observándonos, conociéndonos.
 
Por todas estas razones, estoy ansioso por seguir leyendo. Hay tantas cosas que desearía saber cómo terminan.

Uy, pero a todo esto... ¿estoy hablando de tu libro o del mío? ¿O es que todo el tiempo hablaba de la misma historia?

Realmente no importa... a fin de cuentas, hay ocasiones en las que los razonamientos más absurdos despejan las incógnitas más lógicas... Quizá sea ahora un buen momento para dejarnos llevar por la locura.

Y si el capítulo que estamos leyendo no es de tu agrado... siempre puedes terminarlo y comenzar el siguiente

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